I. Descripción de los Cristianos
En una palabra, lo que el alma es en un cuerpo,
esto son los cristianos en el mundo. El alma se desparrama por todos los
miembros del cuerpo, y los cristianos por las diferentes ciudades del mundo. El
alma tiene su morada en el cuerpo, y, con todo, no es del cuerpo. Así que los
cristianos tienen su morada en el mundo, y aun así no son del mundo. El alma
que es invisible es guardada en el cuerpo que es visible; así los cristianos
son reconocidos como parte del mundo, y, pese a ello, su religión permanece invisible.
La carne aborrece al alma y está en guerra con ella, aunque no recibe ningún
daño, porque le es prohibido permitirse placeres; así el mundo aborrece a los
cristianos, aunque no recibe ningún daño de ellos, porque están en contra de
sus placeres. El alma ama la carne, que le aborrece y (ama también) a sus
miembros; así los cristianos aman a los que les aborrecen. El alma está
aprisionada en el cuerpo, y, con todo, es la que mantiene unido al cuerpo; así
los cristianos son guardados en el mundo como en una casa de prisión, y, pese a
todo, ellos mismos preservan el mundo. El alma, aunque en sí inmortal, reside
en un tabernáculo mortal; así los cristianos residen en medio de cosas
perecederas, en tanto que esperan lo imperecedero que está en los cielos. El
alma, cuando es tratada duramente en la cuestión de carnes y bebidas, es
mejorada; y lo mismo los cristianos cuando son castigados aumentan en número
cada día. Tan grande es el cargo al que Dios los ha nombrado, y que miles es
legítimo declinar. (Diogneto 125-200)
II. Crecimiento del cristianismo
La obra no es ya de persuasión, sino que el
Cristianismo tiene más poder, siempre cuando sea aborrecido por el mundo. (Ignacio
50-100 d.C.)
En una palabra, lo que el alma es en un cuerpo,
esto son los cristianos en el mundo. El alma se desparrama por todos los
miembros del cuerpo, y los cristianos por las diferentes ciudades del mundo. El
alma, cuando es tratada duramente en la cuestión de carnes y bebidas, es
mejorada; y lo mismo los cristianos cuando son castigados aumentan en número
cada día. Tan grande es el cargo al que Dios los ha nombrado, y que miles es
legítimo declinar. (Epístola a Diogneto 125-200)
Entre más nos persigan ustedes, más crecemos
nosotros. La sangre de los cristianos es una semilla… Y después de meditar en
ello, ¿quién habrá entre ustedes que no quisiera entender el secreto de los
cristianos? Y después de inquirir, ¿quién habrá que no abrace nuestra
enseñanza? Y cuando la haya abrazado, ¿quién no sufrirá la persecución de buena
voluntad para que también participe de la plenitud de la gracia de Dios? (Tertuliano
197 d.C.)
Si quisiéramos vengarnos, no como ocultos, sino
declarados enemigos, ¿faltaríamos por ventura fuerzas de numerosos soldados y
de ejércitos? ¿Son más los mauros, los marcomanos, los partos que rebeló
Severo, que los cristianos de todo el mundo? Estos bárbaros numerosos son, pero
están encerrados en los límites de un reino; los cristianos habitan provincias
sin fronteras. Ayer nacimos, y hoy llenamos el imperio las ciudades, las islas,
los castillos, las villas, las aldeas, los reales, las tribus, las decurias, el
palacio, el Senado, el consistorio. Solamente dejamos vacíos los templos para
ustedes. ¿Pues para qué lance de batalla no serían idóneos soldados los
cristianos, aun con desiguales ejércitos, estando tan ejercitados en los
combates de los tormentos en que se dejan despedazar gustosamente, si en la
disciplina de la milicia cristiana no fuera más lícito perder la vida que
quitarla? (Tertuliano 197 d.C.)
III. El significado del nombre “cristiano”
Por tanto, es apropiado que no sólo seamos
llamados cristianos, sino que lo seamos… Rueguen, sólo, que yo tenga poder por
dentro y por fuera, de modo que no sólo pueda decirlo, sino también desearlo;
que pueda no sólo ser llamado cristiano, sino que lo sea de veras. Porque si
resulto serlo, entonces puedo ser tenido como tal, y considerado fiel, cuando
ya no sea visible al mundo. (Ignacio 50-100 d.C.)
[Por lo tanto] si tú llevas el Nombre
(Cristiano), y no llevas su poder, llevarás el Nombre sin ningún resultado. (Hermas
150 d.C.)
También Santos, cuando esperaban sus verdugos
que a fuerza de torturas conseguirían hacerle confesar algún crimen, no dijo su
nombre ni el de su nación, ni el de su ciudad, ni aun si era siervo o libre,
sino que a todas las preguntas respondía en latín: "Soy cristiano” . Esto
era para él su nombre, su patria y su raza, y los gentiles no pudieron hacerle
pronunciar otras palabras… (Los mártires de Lyon 177 d.C.)
IV. Acusaciones verdaderas contra los cristianos
(Celso, crítico pagano del cristianismo) Hay una
raza nueva de hombres nacidos ayer, sin patria ni tradiciones, asociados entre
sí contra todas las instituciones religiosas y civiles, perseguidos por la
justicia, universalmente cubiertos de infamia, pero auto glorificándose con la
común execración: son los Cristianos. Mientras las sociedades autorizadas y
organizaciones tradicionales se reúnen abiertamente y a la luz del día, ellos
mantienen reuniones secretas e ilícitas para enseñar y practicar sus doctrinas.
Se unen entre sí por un compromiso más sagrado que un juramento y así quedan
confabulados para conspirar con más seguridad contra las leyes y así resistir
más fácilmente a los peligros y a los suplicios que les amenazan. (Celso 178
d.C.)
(Celso, crítico pagano del cristianismo) Una
última observación se impone: suponiendo que Jesús, en conformidad con los
profetas de Dios y de los Judíos, fuese el hijo de Dios, ¿cómo es que el Dios
de los Judíos les ordenó, por medio de Moisés, que procurasen las riquezas y el
poder, que se multiplicasen hasta llenar la tierra, que masacrasen a sus
enemigos sin perdonar siquiera a los niños y exterminar coda la raza, lo que él
mismo hace ante sus propios ojos, tal como cuenta Moisés? ¿Por qué los amenaza
él, si desobedecieron sus mandamientos, de tratarlos como enemigos declarados,
mientras que el Hijo, el Nazareno, formula preceptos completamente opuestos: el
rico no tendrá acceso hasta el Padre, ni el que ambiciona el poder, ni el que
ama la sabiduría y la gloria; no nos debemos inquietar con las necesidades de
subsistencia más que los cuervos; es necesario preocuparnos menos de la
vestimenta que los lirios; si os diesen una bofetada es preciso aprestarse a
recibir una segunda? ¿Quién miente entonces: Moisés o Jesús? ¿Será que el
Padre, cuando envió al Hijo, se olvidó de lo que le había dicho a Moisés?
¿Habrá cambiado de opinión, renegado de sus propias leyes y encargado a su
heraldo el promulgar otras completamente contrarias? (Celso 178 d.C.)
(Celso, crítico pagano del cristianismo) Vamos a
tratar de otro asunto. Los cristianos no pueden soportar la vista de templos,
de altares ni de estatuas tienen… Los persas comparten ese mismo sentimiento… «Sé
de buena fuente que entre los Persas la ley no permite erguir altares, templos,
estatuas. Se considera locos a quienes lo hacen… El menosprecio de los
cristianos por los templos, las estatuas y los altares es como el signo y la
señal de reunión, misteriosa y secreta, que entre sí intercambian. El
menosprecio de los cristianos hacia los templos, las estatuas y los altares es
como el signo y la señal de reunión, misteriosa y secreta, que entre sí
intercambian. (Celso 178 d.C.)
(Celso, crítico pagano del cristianismo)¡Ah! Sin
duda, si se tratase de obligar a un hombre piadoso a cometer alguna acción
impía o a pronunciar alguna palabra vergonzosa, él tendría razón para soportar
mil torturas a preferir hacerlo; pero tal no es el caso, cuando os mandan
celebrar al Sol, o cantar un bello himno en honor a Atenas. Son formas de
piedad y no podrá nunca haber en eso demasiada piedad… Supongan que les ordenen
jurar por el Jefe del Imperio. No hay ningún mal en hacer tal cosa. Porque, es
entre sus manos en donde fueron colocadas las cosas de la tierra, y es de él de
quien recibís todos los bienes de la existencia. Conviene atenerse a la antigua
frase: «Es necesario un solo rey, aquel a quien el hijo del artificioso Saturno
confió el cetro». Si procuran minar este principio, el príncipe les castigará,
y razón tendrá; es que si todos los demás hiciesen como ustedes, nada impediría
que el Emperador se quedase en solitario y abandonado y el mundo entero se
tornaría presa de los bárbaros más salvajes y más groseros. (Celso 178 d.C.)
(Escrito por un crítico pagano del cristianismo)
Porque este mismo Dios, según dicen, había en otro tiempo prometido las mismas
cosas y aún más extraordinarias a sus fieles. Ahora ven qué servicios prestó a
los judíos y a ustedes mismos. Aquellos, en vez del Imperio del mundo, ni
siquiera tienen un hogar ni terruño propio. Y, en cuanto a ustedes, si hay aún
cristianos errantes y escondidos, procuran aplicarles la pena capital. No se
puede tolerar oírles decir: «Si los Emperadores que hoy reinan, después de
dejarse persuadir por nosotros, corrieran a su propio desastre, seduciremos
incluso a sus vencedores. Si éstos cayeran igualmente, nos haremos oír por sus
sucesores, hasta que todos se nos hayan entregado y sean igualmente
exterminados por los enemigos». Sin duda es lo que no dejaría de suceder… Quien
pone en su mente semejante designio muestra por eso mismo que es ciego. Apoyen
al Emperador con todas sus fuerzas, compartan con él la defensa del Derecho;
combatan por él, si lo exigen las circunstancias; ayúdenlo en el control de sus
ejércitos. Por ello, cesen de hurtarse a los deberes civiles y de impugnar el
servicio militar; tomen su parte en las funciones públicas, si fuere preciso,
para la salvación de las leyes y de la causa de la piedad… (Celso 178 d.C.)
(Los cristianos) menosprecian los templos como
si fueran casas de los muertos. Rechazan a los dioses. Se ríen de cosas
sagradas [de la idolatría]. Aunque pobres ellos mismos, sienten compasión de
nuestros sacerdotes. Aunque medio desnudos, desprecian el honor y las túnicas
de púrpura. ¡Qué descaro y tontería increíble! No temen las tormentas presentes,
pero temen las que quizás vengan en el futuro. Y aunque no temen en nada morir
ahora, temen una muerte después de la muerte… (Marcus Félix 200 d.C.)
A lo menos aprendan de su situación actual,
gente miserable, que es lo que en verdad les espera después de la muerte.
Muchos de ustedes…en verdad, según ustedes mismos dicen, la mayoría de
ustedes…están en necesidad, soportando frío y hambre, y trabajando en trabajos
agotadores. Pero su dios lo permite. O él no quiere ayudar a su pueblo, o él no
puede ayudarlos. Por tanto, o él es dios débil, o es injusto… ¡Fíjense! Para
ustedes no hay sino amenazas, castigos, torturas, y cruces… ¿Dónde está su dios
que los promete ayudar después de resucitar de entre los muertos? El ni
siquiera los ayuda ahora y aquí. Y los romanos, sin la ayuda del dios de
ustedes, ¿no gobiernan todo el mundo, incluso a ustedes también, y no disfrutan
los bienes de todo el mundo? “Mientras tanto, ustedes viven en incertidumbre y
ansiedades, absteniéndose aun de los placeres decentes… (Marcus Félix 200 d.C.)
Ustedes (cristianos) no asisten a los juegos
deportivos. No tienen ningún interés en las diversiones. Rechazan los
banquetes, y aborrecen los juegos sagrados… Así, pobres que son, ni resucitarán
de entre los muertos ni disfrutarán de la vida ahora. De esta manera, si tienen
ustedes sensatez o juicio alguno, dejen de fijarse en los cielos y en los
destinos y secretos del mundo… Aquellas personas que no pueden entender los
asuntos civiles no tienen esperanza de entender los divinos… (Marcos Félix 200
d.C.)
V. Falsas Acusaciones contra los cristianos
Estos desgraciados, incitados por el demonio,
aterrorizados por los tormentos que veían padecer a los fieles, y movidos a
ello por los soldados, declararon que infanticidios, banquetes de carne humana,
incestos y otros crímenes, que no se pueden nombrar, ni aun imaginar, ni es
posible que jamás hombre alguno haya cometido, eran cometidos por nosotros los
cristianos. Estas calumnias, esparcidas entre el vulgo, conmovieron de tal
manera los ánimos contra nosotros, que aun aquellos que hasta entonces, por razones
de parentesco, se habían mostrado moderados, se enardecieron contra nosotros.
Entonces se cumplió lo que dijo el Señor: "Llegará un día en que aquellos
que os quiten la vida crean hacer una obra agradable a Dios" (Los mártires
de Lyon 177 d.C.)
Los delitos ocultos que nos imputa la fama son:
«Que en la nocturna congregación sacrificamos y nos comemos un niño.» Que en la
sangre del niño degollado mojamos el pan, y empapado en la sangre comemos un
pedazo cada uno.»Que unos perros que están atados a los candeleros los derriban
forcejeando para alcanzar el pan que les arrojamos bañado en sangre del niño.»
Que en las tinieblas que ocasiona el forcejeo de los perros, alcahuetes de la
torpeza, nos mezclamos impíamente con las hermanas o las madres.» (Tertuliano
197 d.C.)
VI. Defensa del cristianismo
Esto es lo primero que pedimos que se advierta
en nuestra causa: el aborrecimiento que tiene la maldad «contra sólo el nombre
cristiano», ni examinado ni oído… (Tertuliano 197 d.C.)
Los malhechores rehúsan andar en público,
procuran esconderse; presos, tiemblan; acusados, niegan; en el tormento con
facilidad confiesan, condenados se entristecen, sentenciados se descargan, Esto
no sucede así al cristiano: ninguno se avergüenza de serlo, ni tiene otra pena
sino porque antes no lo ha sido; si lo prenden se honra, si le acusan no se
defiende, si le preguntan confiesa, si le condenan da gracias. ¿Cómo será,
pues, malo aquello que no tiene las propiedades naturales de la maldad que son
temor, vergüenza, tergiversación, pena, llanto? ¿Qué calidad, pues, de maldad
es esta que los cristianos cometen, donde los delincuentes blasonan del delito,
los reos se gozan, la acusación es su deseo, y la pena su gloria? (Tertuliano
197 d.C.)
A cualquier malhechor le dan tormento para que
confiese; al cristiano para que niegue. Por eso creo yo que no hay cosa mala
dentro de nuestra religión; que si la hubiera, naturalmente se hallara en
vosotros una inclinación celosa para forzarnos á confesar, y en nosotros para
negar un apresuramiento fogoso…Un sacrílego padece en el tormento mientras
niega: si confiesa, líbrenle del potro y dale la pena del delito; mas el
cristiano padece mientras confiesa, y si niega, absolutamente de toda pena
queda, como inocente, libre. Grita en el potro el cristiano: yo soy cristiano.
El dice lo que es, y tú quieres oír lo que no es…Por esto nos atormentan si
confesamos, nos sentencian si perseveramos, nos absuelven si negamos, porque
sobre el nombre solo es la batalla… (Tertuliano 197 d.C.)
¿Cómo aborrecen, pues, un nombre inocente en
hombres inculpables? Ni es reprensible tomar nosotros el nombre del maestro;
que los filósofos platónicos de Platón tomaron el nombre. Los epicúreos de
Epicuro, los médicos de Erasistrato, los gramáticos de Aristarco, los cocineros
se llamaron apicios por Apicio. Otras sectas de los lugares mismos donde se
leían tomaron el nombre, como los estoicos de la puerta, que en griego se dice
stoa, y los Académicos, de la quinta de Platón llamada Academia. En todas las edades
nadie se ha dado por ofendido, a nadie se ha castigado por tomar del maestro el
nombre de la profesión, ¿y sólo en el cristiano es culpable? (Tertuliano 197
d.C.)
Que dicen que muchos de nosotros somos pobres,
no es desgracia, sino gloria. De la manera que nuestra mente se afloja por la
riqueza, también se fortalece por la pobreza. Mas, ¿quién es pobre si nada
desea? ¿Si no codicia lo que tienen otros? ¿Si es rico para con Dios? Al
contrario, el pobre es aquel que desea más, aunque tenga mucho… (Marcos Félix
200 d.C.)
Se nos insta que ‘ayudemos al rey con toda nuestra
fuerza, que colaboremos con él en la preservación de la justicia, que peleemos
por él, y si él lo exigiera, que peleemos en su ejército, o que mandemos un
regimiento para apoyarlo.’ “Respondemos que sí ayudamos a los reyes, cuando
necesiten de nuestra ayuda, pero en una manera divina, vistiéndonos ‘con toda
la armadura de Dios’. Esto hacemos obedeciendo lo que nos mandó el apóstol:
‘Exhorto ante todo, a que se hagan rogativas, oraciones, peticiones y acciones
de gracias, por todos los hombres; por los reyes y por todos los que están en
eminencia’ [1 Timoteo 2:1-2]. Entre más uno se supera en la santidad, más puede
ayudar a los reyes—aun más que los soldados que salen a pelear contra el enemigo
y a matar a cuántos puedan… (Orígenes 225 d.C.)
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