Sabemos
que muchos entre nosotros se han entregado a la esclavitud, para poder rescatar
a otros. Muchos se han vendido como esclavos y, recibido el precio que se ha
pagado por ellos, han alimentado a otros. Muchas mujeres, fortalecidas por la
gracia de Dios, han ejecutado grandes hechos. (Clemente de Roma 30-100 d.C.)
Saben,
hermanos, que la estancia de esta carne en este mundo es despreciable y dura
poco, pero la promesa de Cristo es grande y maravillosa, a saber, el reposo del
reino que será y la vida eterna. ¿Qué podemos hacer, pues, para obtenerlos,
sino andar en santidad y justicia y considerar que estas cosas del mundo son
extrañas para nosotros y no desearlas? Porque cuando deseamos obtener estas
cosas nos descarriamos del camino recto. (Segunda Clemente 150d.C.)
Mostremos
que somos sus hermanos con nuestra mansedumbre; pero seamos celosos en ser
imitadores del Señor, emulándonos unos a otros por ser cada uno el que sufre la
mayor injusticia, el que es más defraudado, el que es más destituido, para que
no quede ni una brizna del diablo entre ustedes, sino que en toda pureza y
templanza permanezcan en Jesucristo con su carne y con su espíritu. (Ignacio
50-100)
Por
tanto, es apropiado que no sólo seamos llamados cristianos, sino que lo seamos…
Rueguen, sólo, que yo tenga poder por dentro y por fuera, de modo que no sólo
pueda decirlo, sino también desearlo; que pueda no sólo ser llamado cristiano,
sino que lo sea de veras. Porque si resulto serlo, entonces puedo ser tenido
como tal, y considerado fiel, cuando ya no sea visible al mundo. Nada visible
es bueno. Porque Dios nuestro Dios Jesucristo, estando en el Padre, es el que
es más fácilmente manifestado. La obra no es ya de persuasión, sino que el
Cristianismo es una cosa de poder, siempre que sea aborrecido por el mundo. (Ignacio
50-100)
Con
todo, cuando sufra, entonces seré un hombre libre de Jesucristo, y seré
levantado libre en Él. Ahora estoy aprendiendo en mis cadenas a descartar toda
clase de deseo. (Ignacio 50-100 d.C.)
Trabajen
juntos los unos con los otros, luchen juntos, corran juntos, sufran juntos,
reposen juntos, levántense juntos, como mayordomos y asesores y ministros de
Dios. Agraden al Capitán en cuyo ejército sirven, del cual también han de recibir
la premio… (Ignacio 50-100)
Un
cristiano no tiene autoridad sobre sí mismo, sino que da su tiempo a Dios. (Ignacio
50-100)
Porque
los cristianos no se distinguen del resto de la humanidad ni en la localidad,
ni en el habla, ni en las costumbres. Porque no residen en alguna parte en
ciudades suyas propias, ni usan una lengua distinta, ni practican alguna clase
de vida extraordinaria. .. Pero si bien residen en ciudades de griegos y
bárbaros, según ha dispuesto la suene de cada uno, y siguen las costumbres
nativas en cuanto a alimento, vestido y otros arreglos de la vida, pese a todo,
la constitución de su propia ciudadanía, que ellos nos muestran, es maravillosa
(paradójica), y evidentemente desmiente lo que podría esperarse. Residen en sus
propios países, pero sólo como transeúntes; comparten lo que les corresponde en
todas las cosas como ciudadanos, y soportan todas las opresiones como los
forasteros. Todo país extranjero les es patria, y toda patria les es extraña.
Se casan como todos los demás hombres y engendran hijos; pero no se
desembarazan de su descendencia (abortos). Celebran las comidas en común, pero
cada uno tiene su esposa. Se hallan en la carne, y, con todo, no viven según la
carne. Su existencia es en la tierra, pero su ciudadanía es en el cielo.
Obedecen las leyes establecidas, y sobrepasan las leyes en sus propias vidas.
Aman a todos los hombres, y son perseguidos por todos. No se hace caso de
ellos, y, pese a todo, se les condena. Se les da muerte, y aun así están
revestidos de vida. Piden limosna, y, con todo, hacen ricos a muchos. Se les
deshonra, y, pese a todo, son glorificados en su deshonor. Se habla mal de
ellos, y aún así son reivindicados. Son escarnecidos, y ellos bendicen; son
insultados, y ellos respetan. Al hacer lo bueno son castigados como
malhechores; siendo castigados se regocijan, como si con ello se les reavivara.
Los judíos hacen guerra contra ellos como extraños, y los griegos los
persiguen, y, pese a todo, los que los aborrecen no pueden dar la razón de su
hostilidad. (Epístola a Diogneto 125-200)
También
Santos, cuando esperaban sus verdugos que a fuerza de torturas conseguirían
hacerle confesar algún crimen, no dijo su nombre ni el de su nación, ni el de
su ciudad, ni aun si era siervo o libre, sino que a todas las preguntas
respondía en latín: "Soy cristiano” . Esto era para él su nombre, su
patria y su raza, y los gentiles no pudieron hacerle pronunciar otras palabras.
(Los mártires de Lyon 177 d.C.)
Cuantos
sin letras creyeron en esta fe, son bárbaros según nuestro modo de hablar; pero
en cuanto a su juicio, costumbres y modo de vivir, pero son sabios en la fe y
agradan a Dios, al vivir con toda justicia, castidad y sabiduría… (Ireneo 180
d.C.)
Entre
nosotros fácilmente podrán encontrar gentes sencillas, y artesanos, que si de
palabra no son capaces de mostrar con razones la utilidad de su religión,
muestran con las obras que han hecho una elección buena. Porque no se dedican a
aprender discursos de memoria, sino que manifiestan buenas acciones: no hieren
al que los hiere, no llevan a los tribunales al que les despoja, dan a todo el
que pide y aman al prójimo como a sí mismos… estando persuadidos de que de toda
esta vida presente hemos de dar cuenta al Dios que nos ha creado a nosotros y
que ha creado al mundo, escogemos la vida moderada, caritativa y despreciada,
pues creemos que no podemos aquí sufrir ningún mal tan grande, aun cuando nos
quiten la vida, comparable con la recompensa que recibiremos del gran Juez por
una vida humilde, caritativa y buena… (Atenágoras 177 d.C.)
Teniendo,
pues, esperanza de la vida eterna, despreciamos las cosas de la vida presente y
aun los placeres del alma… (Atenágoras 177 d.C.)
El
elegido vive como un extranjero, sabiendo que todo lo tiene a su disposición,
pero lo ha de dejar todo... Usa del cuerpo, como el que hace un viaje a tierras
usa de las posadas y ventas que encuentra en su camino. Ciertamente tiene
cuidado de las cosas del mundo, pues es el lugar donde ha de hacer posada; pero
cuando ha de dejar esta morada y esta posesión y el uso de ella, sigue de buena
gana al que le saca de esta vida, sin volverse jamás a mirar hacia atrás bajo
ningún pretexto. Da gracias de verdad por la posada recibida, pero bendice el
momento de salir de ella, pues anhela como su única mansión la celestial… (Clemente
de Alejandría 195 d.C.)
Por
amor a otro él se hace pobre a sí mismo, para que no pase por alto ningún
hermano que tenga necesidad. Comparte, especialmente si cree que él puede
soportar la pobreza mejor que su hermano. También considera que el sufrir de
otro es su propio sufrir. Y si sufre algo por haber compartido de su propia
pobreza, no se queja. (Clemente de Alejandría 195 d.C.)
No
hablamos grandes cosas, ¡las vivimos! (Marcus Félix 200 d.C.)
El
que escoge vivir bien en la eternidad, vivirá en la incomodidad aquí. Será
oprimido por muchas clases de problemas y cargos mientras viva en el mundo,
para que en el fin reciba la consolación divina y celestial. De la otra manera,
el que escoge vivir bien aquí, sufrirá en la eternidad. (Lactancio 304-313
d.C.)
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