Porque
cuando se congregan con frecuencia, los poderes de Satanás son abatidos; y sus
asechanzas acaban en nada frente a la concordia de su fe. No hay nada mejor que
la paz, en la cual toda lucha entre las cosas del cielo y las de la tierra
queda abolida. (Ignacio - 50-100)
Pero
no temas al diablo; pues si temes al Señor, te enseñorearás del diablo, porque
no hay poder en él. [Porque] de aquel en quien no hay poder, tampoco hay temor;
pero a aquel cuyo poder es glorioso, a éste hay que temer. Porque todo aquel
que tiene poder es temido, en tanto que el que no tiene poder es despreciado
por todos. Pero teme las obras del diablo, porque son malas. Cuando tú temas al
Señor, temerás las obras del diablo y no las harás, sino que te abstendrás de
ellas. (Hermas - 150 d.C.)
«Señor»,
le dije, «el hombre está ansioso de guardar los mandamientos de Dios, y no hay
uno solo que no pida al Señor que le corrobore en sus mandamientos, y sea
sometido a ellos; pero el diablo es duro y se enseñorea de ellos.» «No puede
enseñorearse de los siervos de Dios», dijo él, «cuando ponen su esperanza en El
de todo su corazón. El diablo puede luchar con ellos, pero no puede vencerlos.
Así pues, si le resisten, será vencido, y huirá de ustedes avergonzado. (Hermas
- 150 d.C.)
Él
les sanará de sus pecados anteriores y tendrán poder para dominar las obras del
diablo. Pero no hagan ningún caso de las amenazas del diablo; porque sus
tendones son impotentes, como los de un muerto. (Hermas - 150 d.C.)
Pues
parece irrazonable que aquel que venció el enemigo no libre a aquel que fue
violentamente herido por el enemigo y el primero en quedar sometido al
cautiverio, cuando son arrancados de éste sus hijos a quienes engendró siendo
esclavo. Ni parecería vencido el enemigo, si aún pudiese conservar los antiguos
despojos. Como si un enemigo atacara a un pueblo y a los vencidos llevara
cautivos de modo que por largo tiempo los mantuviese esclavos, durante el cual
período éstos engendrasen hijos. Si mucho después alguien se compadeciera de
los esclavos y asaltara al enemigo, no actuaría con justicia si liberase a los
hijos, de manos de aquellos que habían llevado a sus padres al cautiverio, en
cambio dejase bajo la esclavitud del enemigo a aquellos por cuya liberación
había luchado. Si los hijos vuelven a adquirir la libertad por motivo de la
liberación de sus padres, no pueden quedar cautivos esos mismos padres que
desde el principio han sufrido el cautiverio. (Ireneo - 180 d.C.)
Sólo
la serpiente es maldita. Toda la maldición recayó sobre la serpiente que los
había seducido: «Y Dios dijo a la serpiente: Porque has hecho esto, serás
maldita entre todos los animales domésticos y las fieras de la tierra» (Génesis
3:14). Esto mismo dirá el Señor en el Evangelio a quienes encuentre a su
izquierda: «Apártense, malditos, al fuego eterno que mi Padre preparó para el
diablo y sus ángeles» (Mateo 25:41). Con esto quiso dar a entender que el fuego
eterno no fue en un principio preparado para el ser humano, sino para aquel que
lo sedujo y lo arrastró al pecado; es decir, para el «príncipe de la apostasía»
(o sea de «la separación») y para los ángeles que apostataron junto con él. Y
justamente también recibirán este castigo quienes, de modo semejante a ellos,
perseveren en las obras del mal, sin conversión y arrepentimiento. (Ireneo - 180
d.C.)
En
aquel primer momento el ángel apóstata, provocando por la serpiente la
desobediencia de los hombres, pensó que el asunto quedaría oculto al Señor: por
eso Dios le dio la forma y nombre que tiene. Mas ahora, en estos últimos
tiempos, el mal se extiende entre los hombres, no sólo haciéndolos apóstatas;
sino que, mediante muchas invenciones, los ha hecho blasfemar contra el
Creador; quiero decir, por medio de todos los herejes de los que he hablado. (Ireneo
- 180 d.C.)
El
había sembrado semilla buena en su campo (Mateo 13:24), y dice: «El campo es el
mundo; pero mientras los hombres dormían, el enemigo vino y sembró encima cizaña
entre el trigo, y se marchó» (Mateo 13:25-38). Desde entonces el enemigo es el
ángel apóstata, desde el día en que tuvo celos de la creatura de Dios, y se
empeñó en hacerla enemiga de Dios…. El afirmó que algunos de los ángeles
pertenecen al diablo, y para ellos se preparó el fuego eterno (Mateo 25:41).
También dice en la parábola de la cizaña: «La cizaña son los hijos del maligno»
(Mateo 13:38). Por eso debemos decir que adscribió a todos los apóstatas a
aquel que es el iniciador de la transgresión. No es que (el demonio) haya
creado en cuanto a su naturaleza a los ángeles y a los seres humanos. En
efecto, nada se halla (en la Escritura) que el diablo haya hecho, pues él mismo
es una creatura de Dios, como lo son los demás ángeles. Dios fue quien hizo
todas las cosas, como dice David: «Dijo, y todas las cosas fueron hechas; lo
mandó, y fueron creadas» (Salmos 33[32]:9). Y como Dios creó todas las cosas,
pero el diablo se convirtió en causa de la apostasía propia y de los otros, con
justicia la Escritura a quienes perseveran en la apostasía siempre los llama
hijos del diablo y ángeles del maligno. (Ireneo - 180 d.C.)
De
esta manera el Señor lo desenmascaró, diciendo quién era: «Apártate, Satanás, a
tu Dios adorarás y a él solo servirás» (Mateo 4:10). De esta manera su nombre
lo desnudó y lo mostró tal como es: Satanás, palabra que en hebreo significa
apóstata… (Ireneo - 180 d.C.)
Mas
el diablo, siendo un ángel apóstata, puede hacer solamente lo que hizo desde el
principio: seducir y arrastrar la mente del hombre a transgredir los preceptos
de Dios, y cegar poco a poco los corazones de aquellos que se dedican a
servirlo; de este modo les hace olvidar al verdadero Dios, y adorarlo a él como
si fuese Dios… (Ireneo - 180 d.C.)
Y
no sólo por lo que hemos dicho, sino también por lo que sucederá bajo el poder
del Anticristo, se prueba que el diablo, siendo apóstata y ladrón, quiere ser
adorado como Dios; y se quiere proclamar rey, siendo un siervo. Porque él,
recibiendo todo el poder del diablo, vendrá no como rey justo o legítimo sujeto
a Dios, sino como impío, injusto y sin ley, como apóstata, inicuo y homicida,
como un ladrón que recapitulará en sí la apostasía del diablo… (Ireneo - 180
d.C.)
Bien
escribió Justino que antes de la venida del Señor, Satanás nunca se había
atrevido a blasfemar contra Dios, pues ignoraba sobre su condenación, ya que
los profetas habían hablado de él en parábolas y alegorías. En cambio, una vez
que vino el Señor, por las palabras de Cristo y de los Apóstoles supo
claramente que, por haberse separado de Dios por su propia voluntad, ha sido
preparado para él el fuego eterno (Mateo 25:41), así como para todos los que sin arrepentirse
perseveran en la apostasía… (Ireneo - 180 d.C.)
El
ángel lo sedujo, celoso y envidioso del hombre por los numerosos dones con que
Dios le había colmado. Y al persuadirle la desobediencia al mandato divino,
provocó su propia ruina al mismo tiempo que hacía al hombre pecador. El ángel,
convertido así en jefe y guía del pecado, fue castigado por haber ofendido a
Dios, y consiguió al mismo tiempo que el hombre fuera expulsado del Jardín. Y
porque con su intento se rebeló y apostató de Dios, fue llamado en hebreo
Satán, es decir, apóstata, aunque también le dicen diablo. Dios maldijo además
a la serpiente, que había sido disfraz del diablo; maldición que alcanzó al
animal mismo y al ángel escondido en él, Satán… Mas el ángel rebelde, el mismo
que impulsó al hombre a la desobediencia, que le había hecho pecador y causado
su destierro del Jardín, no contento con el primero, obró un nuevo daño, esta
vez sobre los dos hermanos; porque llenando a Caín de su propio espíritu le
hizo fratricida… (Ireneo - 180 d.C.)
Nada
puede el diablo contra los siervos del Dios vivo, si no es por permisión de
Dios, el cual, o quiere destruir al diablo por medio de la fe de los elegidos
que sale victoriosa en la tentación, o quiere mostrar que son del diablo
aquellos que se pasan a sus filas. Así, tienes el ejemplo de Job, a quien el
diablo no hubiera podido atacar con tentación alguna si no hubiera recibido la
permisión de Dios... Y de la misma manera el diablo hubo de pedir permiso para
tentar a los apóstoles...pues el Señor dice a Pedro en el evangelio: «Miren que
Satanás ha pedido para sacudirlos como el trigo: pero yo he rogado por ti para
que no desfallezca tu fe» (Lucas 22:31); es decir, que no se permitirá al
diablo llegar hasta tal extremo que su fe fuese puesta en peligro. Con esto
queda patente que en las manos de Dios están ambas cosas: el poder de sacudir
la fe y el de protegerla, pues ambas cosas se piden a Dios: el diablo pide
poder sacudirla, y el Hijo pide poder protegerla... Cuando decimos al Padre:
«No nos dejes caer en la tentación», profesamos que ésta viene de él, pues a él
le pedimos que nos libre de ella... Ni siquiera sobre aquel rebaño de cerdos
tuvo la legión del diablo poder alguno hasta que no lo consiguió de Dios: mucho
menos tiene poder sobre los que son ovejas de Dios… (Tertuliano - 197 d.C.)
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